Qigong: aspectos emocionales del Qi hepático.


Una persona con la energía hepática equilibrada tendrá un caracter tranquilo, apacible, amable, paciente, generoso. Tendrá una gran capacidad para proyectar sus objetivos y energía para llevarlos a término. Será expresivo, creativo, con capacidad de decisión y empuje.

Pero cuando esta energía se desequilibra la persona puede volverse intolerante, impaciente, frustrada, reprimida, agresiva. Su creatividad se transforará en rigidez, tanto mental como física. Sus músculos y tendones pueden endurecerse y provocar contracturas dolorosas.


El hígado ayuda a la mente a administrar las emociones y también protege al corazón cuando estas son excesivas o demasiado intensas, desviando las consecuencias al cuerpo en forma de somatización. Esto quiere decir que, si después de un enfado sufres una diarrea es que el hígado ha actuado de forma correcta, reequilibrando energéticamente el organismo y por lo tanto, protegiendo tu salud. Si después de un enfado importante no hay ninguna reacción fisiológica puedes empezar a pensar que tu hígado está colapsado y necesita ayuda (podrías empezar por dejar de enfadarte).
También las emociones reprimidas pueden dañar al hígado, de hecho son las que más lo dañan, sobre todo su emoción asociada, que es la ira y todas sus variantes (rabia, agresivdad, frustración, etc.)

Es fácil comprobar las alteraciones orgánicas que produce la ira: sólo tenemos que enfadarnos. Cuando esto ocurre el hígado se congestiona, produciéndose un exceso de calor que en seguida bloquea el diafragma, dificultando la respiración, que se vuelve forzada. El diafragma actúa como un fuelle, impulsando el calor hacia arriba, recalentando el pecho e inflamando literalmente al corazón. La tendencia natural del calor es subir, por lo tanto todo el calor generado sube a la cabeza, enrojeciendo las mejillas e inyectando los ojos en sangre y después alterando al cerebro, de manera que perdemos la claridad mental y ya no razonamos de una forma coherente. En este momento es cuando existe el peligro de hacer cosas de las que luego podemos arrepentirnos, puesto que es toda esta inflamación la que nos empuja a la tormenta.

Extraido del libro "Qigong para regular órganos y emociones".

Hígado, función energética


La función energética del hígado es de difusión, esto significa que se encarga de que el Qi se distribuya de manera paulatina y con fluidez a todo el organismo a través de la sangre y los meridianos.
Cuando la función energética hepática se ve alterada (la emoción que lo altera es la ira, ya sea manifestada o reprimida, y todas sus variantes), provoca desequilibrios en el sistema, haciendo que su energía se debilite, se estanque, o bien, debido a un arrebato colérico, ascienda a la cabeza.


Es fácil comprobar las alteraciones orgánicas que produce la ira: sólo tenemos que enfadarnos. Cuando esto ocurre el hígado se congestiona, produciéndose un exceso de calor que en seguida bloquea el diafragma, dificultando la respiración, que se vuelve consciente y forzada. El diafragma actúa como un fuelle, impulsando el calor hacia arriba, recalentando el pecho e inflamando literalmente al corazón. La tendencia natural del calor es subir, por lo tanto todo el calor generado sube a la cabeza, enrojeciendo las mejillas e inyectando los ojos en sangre y después alterando al cerebro, de manera que perdemos la claridad mental y ya no razonamos de una forma coherente. En este momento es cuando existe el peligro de hacer cosas de las que luego podemos arrepentirnos, puesto que es toda esta inflamación la que nos empuja a la tormenta.


Este desequilibrio lo podemos regular con ejercicios de Qigong (la serie de la madera podría ser un ejemplo). El objetivo de los ejercicios es descender la energía ascendente dañina, desbloquear la emoción estancada en el hígado junto con el estancamiento energético y promover de nuevo la función de difusión.